Todo esto ha ocurrido antes...

En septiembre de 2011, el Universo DC se reinició desde cero. Tal cual. Vuelta a empezar, desde el principio. El cohete de Superman vuelve a estrellarse contra Kansas, matan otra vez a los padres de Bruce Wayne en un callejón junto al cine, Abin Sur vuelve a entregarle el anillo verde a Hal Jordan, una estantería de productos químicos cae sobre Barry Allen al mismo tiempo que lo golpea un rayo… Sólo que en lugar de fecharlo todo en 1938, 1955 o 1986, arrancan desde el siglo XXI.

 

Sin que haya tanta distancia respecto a la trilogía original, hace apenas semanas que pudimos ver la llegada de The Amazing Spiderman. Nuevo director, nuevos actores, nuevos personajes… Como el reinicio de la franquicia que hiciesen en Warner con Batman Begins, como el que llegará en breve con Superman: Man of Steel. Marvel y Disney continuarán su tanda con los relanzamientos de Fantastic Four y Daredevil. Por cambiar, le cambian a Spiderman hasta la novia. Antes era Gwen con el nombre de Mary Jane, ahora es Mary Jane con el nombre de Gwen. Qué más da.

En agosto de 2011, en la páginas del universo Ultimate dentro de la editorial Marvel, debutó Miles Morales, el nuevo Spiderman afroamericano. El Ultimate es un sello dentro de Marvel que, desde el año 2000, se dedicó a relanzar desde cero, adaptados al siglo XXI, a los personajes más conocidos de la editorial: Los Cuatro Fantásticos, Los Vengadores, Spiderman y los X-Men. En 2011, el guionista Brian Bendis mató al Peter Parker de ese universo, un adolescente y no un adulto como el "verdadero" Spiderman creado por Stan Lee en los 60. Miles es su "heredero", un niño negro de Brooklyn con poderes arácnidos por accidente y una tragedia familiar a sus espaldas. Un nuevo Spiderman para la Era Obama. Tal cual.

 

Reventando la parrilla, o más bien los cerebros de los holmesianos, llegó hace un par de años Sherlock, la actualización al siglo XXI de las aventuras de Holmes y Watson, que ahora son compañeros de piso a los que todo el mundo les hace chistes sobre gays y se llaman por el nombre de pila, como corresponde a dos jóvenes de nuestro tiempo. Los mensajes de móvil, la informática, el blog de John Watson… contribuyen a actualizar el contexto mientras los guionistas Steven Moffat y Mark Gattis –que también interpreta a Mycroft, ya un espía con todas las letras– se lo pasan en grande. ¿Por qué? Porque siempre es 1895.

 

Un año antes del estreno de la serie, el director Guy Ritchie tenía a bien regalarnos su propio Sherlock Holmes, con Robert Downey Jr y Jude Law repartiéndose mal los papeles y pareciéndose más en su interacción a House y Wilson que a los originales. Un Holmes mucho más histérico, con mucha más acción, conspiraciones bizarras y el inevitable steampunk mal digerido. Ha parido una secuela en la que se estrena Moriarty, sin duda menos genial que el de la versión del siglo XXI. Al menos da por sentada la relación entre ambos protagonistas y no se empeña en contarla otra vez, desde el principio. En las dos versiones, Holmes es heterosexual, y lo sabemos por Irene Adler. Hay que estar aburrido.

Battlestar Galactica hay que buscarla en la guía con dos fechas: 1978 y 2003. La primera era una space opera en sentido estricto, remanente del éxito de Star Wars o la resurrección de Star Trek. En la versión 'modernizada', buscando la complejidad argumental y el reparto coral, el debate religioso y el giro infinito, siempre más misterios, siempre más suspense, aguantaron cuatro temporadas y una precuela, Caprica, que no pasó de una. Los malvados cylons, fanáticos monoteístas, avisan del tiempo cíclico de la historia con uno de sus lemas: “Todo esto ha ocurrido antes, y volverá a ocurrir”.

 

¿Alguien es capaz de decir, de memoria, cuantas versiones de la Odisea ha podido leer, visionar o escuchar, en diversas formas? ¿Cuántos actores han encarnado a Ulises? Xena y el Doctor Who se lo han encontrado en sus viajes, en la serie de animación del Hércules de la Disney, Telémaco comparte instituto con el hijo de Zeus. ¿Cuántas versiones edulcoradas hay que tragarse? Aunque el cíclope Polifemo, Scyla y Caribdis, siempre están ahí.

 

Nada acaba nunca, porque el placer del cuento está en la reiteración. Es el niño que siempre quiere escuchar su cuento favorito, y por eso disfruta. Si le cambian una coma, refunfuña. Nada acaba nunca, porque las marcas registradas hay que explotarlas, y existen muchas mochiles y flotadores de Spiderman en stock. Nada acaba nunca, porque los lectores envejecemos, pero los personajes no, y ellos pueden volver a empezar, desde el principio, una y otra vez. Nada acaba nunca, porque las metáforas no caducan, sólo se reinventan, y los miedos victorianos, las parodias del Siglo de Oro o los locos años 20 pueden legarnos símbolos que nosotros utilizaremos según nuestra conveniencia.

 

Mencionar al Doctor nunca es gratuito. El reinicio se ha convertido en parte de la mitología de la serie. Cuando el Décimo Doctor, David Tennant, se despedía junto al anterior showrunner y artífice de la resurrección de la serie, Rusell T. Davies, contenía el gesto un segundo para proclamar: “I don’t want to go”. Sabemos que la serie continuará, que el personaje será el mismo, pero Tennant y Davies se despiden y los whovians con ellos, porque sí que muere una etapa. Vendrá otra, con un Doctor nuevo, más joven para espectadores más jóvenes. Como el Spiderman de Andrew Garfield. Que, por cierto, apareció en un par de capítulos de Doctor Who, precisamente durante la etapa de Tennant.

Hay un puñado de mitos que sobreviven hasta la actualidad desde tiempos ignotos. De Jasón y sus argonautas nadie se acuerda, pero volvemos a la Ilíada cada vez que tenemos oportunidad. El Génesis, el Éxodo y David contra Goliat tienen mucho más predicamento que el libro completo de los jueces o cualquier guerra macabea contra el invasor helenístico. El Rey Arturo siempre vuelve en el momento que su reino más lo necesita. Don Juan y Don Quijote son dos caballeros españoles que cabalgan sobre el inconsciente colectivo.

 

Ha pasado demasiado poco tiempo para que podamos valorar quién quedará de nuestro mundo moderno, pero desde el siglo XIX parece claro que los tres mosqueteros, Frankenstein y Sherlock Holmes tienen asegurada la inmortalidad. Ya son dioses, arquetipos universales sobre los que proyectar nuestros absolutos. Quizás me centro mucho en el orbe occidental. Aladino, Simbad y Alí-Babá siguen ahí, pero, ¿quién los necesita? ¿No es Simbad un Ulises que reza mirando a La Meca y no al templo de Atenea? Al menos, eso decía Borges. En un relato que tituló ‘El Inmortal’. Por cierto, ¿dónde situamos a Drácula?

 

¿Volverán, iteración sobre iteración, Indiana Jones, Asterix, Wyatt Earp o James Bond, hasta que nadie recuerde quién los bautizó o si existieron de verdad? ¿Acabarán mezclándose Spiderman y Superman en algún oscuro rincón de los siglos venideros? Lanzarote no formaba parte del ciclo artúrico hasta que algún trovador cortés lo consideró necesario, y entonces, ay, llegó el adulterio. Unos cuantos siglos después los escandalizaríamos al consumar dicho amor en diferentes obras, algunas en imagen.

 

Nada acaba nunca. Todo esto ha ocurrido antes, y volverá a ocurrir. Porque siempre es 1895. No pasa nada, no es malo, no debemos detenerlo. ¿Cómo sabrán medir el mundo nuestros hijos si el chamán no vuelve a repetirles la historia iniciática que nos enseñó a nosotros? El problema no es la iteración. El problema es cuando no nos detenemos a preguntarnos, ¿para qué sirve esta vez?

Continuará...

 

El Advenedizo

advenedizo@hotmail.es

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Comentarios: 3
  • #1

    Bautista (martes, 14 agosto 2012 17:26)

    ... Me parece muy desagradable este encubierto alegato a favor de la piratería ... Última vez que visito este blog.

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