Películas con trucos (III): Despistando al personal

Hoy nos vamos a desviar sensiblemente de los FX en esta entrega. Vamos a centrarnos en otro aspecto fundamental de la postproducción de una película: el sonoro. Comprobaremos cómo simplente trabajando muy bien este apartado se pueden maquillar deficiencias en otros. Para ello voy a hablar de La guerra de los mundos de Steven Spielberg. Esta película de 2005, con el rey Midas al frente, prometía ser uno de los éxitos del año y más, pero no lo fue hasta cierto punto. No fue el taquillazo esperado pero recaudó casi 600 millones de dolares en todo el mundo y en cuanto a la crítica, salieron más defraudados los espectadores que los críticos porque se esperaban algo mucho más grande en plan Independence Day y no una historia minimalista de un padre y sus hijos huyendo de la invasión. Spielberg rodó una película diferente a lo esperado, corta (no llega a dos horas), con una carga de FX bastante escasa (aunque magistralmente dosificada) y en un corto periodo de tiempo (en solo 7 meses se rodó, postprodujo y estrenó). No pretendo entrar en el debate de si es una buena película o no, simplemente quiero desgranar el cómo, cómo Spielberg consigue una película tecnicamente impecable en tan poco tiempo y esto es porque vuelve a ser el Spielberg de Tiburón (enseñar menos es más y dejar que un buen sonido haga volar la imaginación del espectador).

 

En esta película el sonido juega un papel muy importante porque sustituye a los FX en muchos de los momentos más significativos de la película. Al ser una película con una producción muy justa de el director planificó unas secuencias espectaculares que realmente enseñan poco de los alienigenas. Al espectador siempre le cuesta ver los tripodes en toda su magnificencia ya que nos los muestra a contraluz, reflejados en cristales, entre columnas de humo o simplemente tras un árbol. En pocas ocasiones los vemos a cuerpo entero y con el uso de un sonido ensordecedor, una especie de bocina muy grave, nos anticipa que éstos hacen acto de presencia y es hora de correr.

 

Hay diversos momentos de la película que son interesantes de analizar. Así, tras la introducción del comienzo, escuchamos un fuerte sonido de grúa de puerto, una gigantesca máquina cuyo sonido nos muestra el poder del ser humano y hasta dónde ha llegado en su industrialización. También el sonido de la grúa recuerda vagamente al de los trípodes en movimiento, un detalle que parece tratar de establecer un paralelismo entre civilizaciones. Luego, durante gran parte de la película oímos ambientes muy silencioso, los diálogos de los protagonistas, muy poca música. Esto nos da la sensación de soledad que envuelve a los protagonistas, lo pequeños y débiles que son frente a la fuerza arrolladora de los trípodes. Pues cuando éstos aparecen todo es caos, gritos y sonido de maquinaria.

 

Hay un momento destacado, que es el perfecto ejemplo de lo que trato de explicar, en el que los protagonistan se esconden en un sotano mientras por las pequeñas ventanas entran haces de luces y un sonido ensordecedor lo inunda todo. Ni los protagonistas ni el público ven lo que ocurre. Sólo cuando el protagonista sale al exterior descubrimos nada menos que un Boeing 747 estrellado... sólo con el sonido y la luz Spielberg nos ha contado un accidente de avión. Este recurso lo vuelve a usar luego con una batalla entre ejército y  trípodes. Aquí solo la oimos de lejos pues una colina tapa lo que ocurre y los protagonistas no pueden verlo. Cierto que vemos pasar aviones, helicópteros, vehículos terrestres y soldados pero no llegamos a ver la batalla hasta que finalmente los trípodes llegan a la colina masacrándolo todo. Nuevamente sonido ambiente como motor de la acción y todo lo que rodea a los protagonistas.

 

Una pasaje interesante es cuando se refugian en el sotano de Halgan (personaje excéntrico interpretado por Tim Robbins) hacia el final de la peli. Aquí durante media hora no vemos casi nada del exterior pero sí escuchamos y el ambiente sonoro evoluciona desde el silencio post batalla a un sonido de maquinaria industrial constante. Cuando los personajes vuelven al exterior descubren un mundo cambiado, el espectador se sorprende pero lo entiende rapidamente porque el sonido le ha guiado a esa conclusión.

           

Resumiendo, el sonido nos pone al nivel de los protagonistas haciendo que el resto parezca incontrolable. Ésta es una película en la que los personajes nos son héroes sino simples personas frente a una invasión desigual. Esto hace que los sonidos se desmarquen como un intento de subrayar lo mayúsculo y horrendo, una marea caótica. Así los personajes parecen insignificantes ante los trípodes y cualquier lucha parece inutil.

           

La música siempre se encuentra en un segundo plano respecto a los efectos sonoros ya que no juega un papel relevante aparte de subrayar algunas situaciones. Así, la oímos en los discursos de Morgan Freeman en off al principio y al final, cuando los trípodes se ponen en movimiento (como una especie de marcha lenta y constante pero abrumadora) o en los momentos de máxima acción. Mención especial tiene el final, en el que todo lo expuesto anteriormente desaparece. Al morir los extraterrestres, el sonido de sus naves se vuelve menos aterrador y visualmente se nos muestran los tripodes con un tipo de luz que los hace menos impresionantes y más débiles. La música se vuelve más épica cuando los humanos comienzan a derribar las naves.

 

Al terminar su visionado es facil criticar su duración o que no sea la batalla épica que se esperaba, pero no es mala película en absoluto. En la cuestión que nos atañe comprobamos que Spielberg salda con nota la puesta en escena y consigue hacernos pasar un mal rato huyendo de los tripodes, lo que era la intención. Creo que el “cómo” inicial planteado esta más que contestado...

 

Continuará... 

 

Drender

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