Explorando Poniente (I): Basado en hechos reales…

Era inevitable: como autores, como lectores, como consumidores insaciables de ficción, los integrantes de Continuará... nos hemos adentrado todos, con más o menos entusiasmo, en los apasionantes, peligrosos, complejos y sanguinolentos territorios de Poniente. Y, como nos sucede casi siempre que nos sumergimos en un territorio como éste, no hemos podido resistirnos a dejar constancia aquí de ese camino…

 

Una última advertencia: he evitado, en la medida de lo posible, los spoilers. Sin embargo, es posible que algunos hechos históricos a los que aludo hagan referencia a elementos argumentales de los cuatro primeros libros. 

¿Y si os dijera que Canción de Hielo y Fuego, la magna obra del novelista, antes guionista de televisión, George R. R. Martin, está basada en hechos reales? Antes de llevaros las manos a la cabeza y clamar por lo evidente (¡dragones!), es necesario detenerse un instante: toda historia, hasta la más rocambolesca y extraña, parte de algún sitio, y generalmente en los recovecos de la imaginación de los autores hay algún tipo de anclaje, más o menos oscuro, con la realidad. No es ningún secreto que las aventuras que Tolkien situó en la Tierra Media se gestaron a partir de sus propias vivencias en las trincheras del Somme, ni tan siquiera el trasfondo pseudoreligioso que late tras las aparentemente inocentes aventuras de Harry Potter (de esto hablaremos en otra ocasión…). Así pues, sí, también las peripecias de los habitantes del Poniente (Westeros) de Martin tienen su anclaje real.


La referencia a Tolkien no es casual. El propio Martin ha aludido al famoso politólogo y medievalista británico a la hora de citar sus principales influencias, y, ciertamente, existen algunos paralelismos, como la presencia más o menos clara de la geografía europea en los mapas de sus respectivos mundos ficticios, o la existencia de lenguas y dialectos propios, aunque en el caso de Tolkien el mundo se creara para nutrir a la lengua, y no al revés. Martin tan sólo se ha limitado a crear algunas expresiones útiles (¡valar morghulis!). La principal diferencia se halla, sin embargo, en el clásico maniqueísmo argumental del primero frente a la complejidad moral (y, en ocasiones, inmoral) de los personajes del segundo. Pero, de nuevo, para hablar de eso tendremos que esperar a la segunda entrega de nuestra particular serie de artículos.


Lo que nos interesa ahora son esas otras fuentes de inspiración, las que van más allá de la literatura y se basan en un sustrato completamente real, nutriendo esta serie de novelas que algunos han venido en llamar novela río, y que recibe el nombre literario de Canción de Hielo y Fuego, antes de ser multitudinariamente conocida como Juego de tronos, por obra y gracia de la HBO. ¿Por qué novela-río? Porque en ella se abren todos los caminos posibles. Existe una corriente principal, que discurre, aparentemente, de Invernalia hasta Desembarco del Rey y que nace en realidad más allá del Muro. Pero a medida que avanza la trama descubrimos que no es ése en realidad su nacimiento, sino que existe otro más allá del Mar Angosto y de las ciudades libres. Incluso tiene corrientes subterráneas, en las que la Araña es el Maestro de Ceremonias. Algunos arcos argumentales dan saltos, aparecen, desaparecen, parece que se hunden en la tierra por un tiempo, y de repente surgen, para sorprendernos de nuevo. Y a veces, como lectores, nos planteamos si no sería necesario, a partir de Danza de dragones, recuperar el curso principal para no convertir la saga en un Perdidos literario. Y no, de momento no ha habido viajes en el tiempo, pero sí comenzamos a preocuparnos por la capacidad del autor para cerrar satisfactoriamente los argumentos principales. Pero divago…

Lo que queda del Muro...
Lo que queda del Muro...

Así pues, recuperando la pregunta: ¿y si os dijera que Canción de hielo y fuego se basa en hechos reales? En esta ocasión me voy a detener solamente en dos de esos elementos históricos, ambos lo suficientemente significativos, que nutren el argumento. Uno de ellos, el primero y más evidente, seguro que se ha pasado ya por la imaginación de más de uno, pues también en la historia de Europa hubo un famoso elemento defensivo, levantado por el mundo civilizado para aislar aquellos pueblos y tribus que se tenían por salvajes y se percibían como una amenaza hacia el orden… efectivamente, hablo del Muro de Adriano, levantado en la antigua Britania romana en las primeras décadas del siglo II. En cuanto a dimensiones (117 km. de largo, entre dos y tres metros de ancho, apenas tres o cuatro metros de altura) no puede compararse con el monstruoso muro de hielo de Martin, pero las intenciones, mantener alejados a los “salvajes” (los pictos, aquella tribu de, en realidad, estructura social bastante similar a la de los sajones del sur) eran las mismas. Algunas curiosidades: una quincena de fuertes se extendían a lo largo de su perímetro, y los salvajes pictos consiguieron atravesarlo hasta en tres ocasiones (¿usará esto Martin de alguna manera?). Posteriormente, 200 km más al norte, y una década después, se levantó el muro de Antonino, mucho menos impresionante en todos los sentidos. 

La Rosa Roja de los Lancaster
La Rosa Roja de los Lancaster

Sin embargo, es otro acontecimiento histórico, de nuevo ligado a la vieja Europa, el que ha servido como elemento vertebrador de, al menos, los primeros movimientos de la larguísima sinfonía que es Canción de hielo y fuego, y cuya influencia ha reconocido en numerosas ocasiones el propio autor. Hablo de la Guerra de las Dos Rosas, ese intenso enfrentamiento entre dos casas por el trono de Inglaterra, que se extendió a lo largo de treinta años en el siglo XV y en el que la casa de Lancaster (la rosa roja; sus colores tal vez nos resulten familiares) casi exterminó por completo a la otra contendiente, la casa de York, conocida por su emblema de una rosa blanca, nívea. Además del complejo ambiente medievalizado, con ese sistema de señores feudales unificados bajo diversos señoríos, con sus banderizos y complejas alianzas matrimoniales, podemos encontrar diversas coincidencias curiosas que confirman que, si bien Martin no sigue los acontecimiento históricos al pie de la letra (¿qué interés tendría que lo hiciera?), ha tomado este hecho como fuente de inspiración clara. 

Rosa Blanca de los York
Rosa Blanca de los York

La Guerra de las Dos Rosas se basó, precisamente, en las disputas sucesorias a raíz del asesinato del rey Ricardo II, a manos de su primo. Fue Henry Bolingbroke, duque de Lancaster, quien heredó la corona, sin tener en principio derecho a ello ya que no era descendiente directo del rey, con clara oposición de la casa de York, cuyo líder fue Edmund de Langley. A la muerte del cuestionado rey, le sucedió su hijo, Enrique V, y contra éste se enfrentó, proclamando esa ilegitimidad de su derecho a la corona, Ricardo, de la familia de los York, en la revuelta de Southampton. La esposa de éste también reclamó su derecho a la sucesión. ¿Comenzáis a ver algo familiar en los nombres, en las situaciones?

¿Cersei Lannister?
¿Cersei Lannister?

Algunos personajes concretos están más cerca de sus correlatos históricos que otros. Es el caso, por ejemplo, de Robb Stark, nuestro Rey en el Norte, que podría estar basado en Ricardo, duque de York, hijo mayor de aquel otro Ricardo de la Revuelta de Southampton y su esposa, Ana Mortimer, que desafió al rey Enrique VI. Éste no tiene gran importancia para nosotros, pero sí su esposa y reina: Margarita de Anjou, una mujer fuerte, que actuó como regente a causa de la debilidad mental de su esposo, que llegó a comandar los ejércitos de los Lancaster, que ordenó ejecutar a varios miembros de la casa de York (y clavar sus cabezas cercenadas en picas) y que defendió siempre el derecho al trono de sus hijos…

 

¿Bran y Rickon?
¿Bran y Rickon?

En fin, la guerra se extendió durante tres décadas en las que de sucedieron diversos matrimonios secretos, ejecuciones, batallas… No hay pruebas de que los dragones tuvieran nada que ver en esta historia y, a pesar de la evidente ilegitimidad de la causa de los Lancaster, en ningún momento, que yo sepa, se ha hablado de incesto. Ni de muertos helados que se levanten de su tumba. Sin embargo, antes de que el conflicto terminara a manos de la casa Tudor, (con Enrique VII) que unió las dos rosas en una, otros incidentes curiosos y familiares para los lectores de Martin se dieron. Como la participación en el conflicto de un tal Richard Neville, al que llamaron “el hacedor de reyes”, o el incidente de los “príncipes de la torre”: la desaparición, jamás explicada, de dos herederos al trono, Eduardo V, de doce años, y Ricardo, duque de York, de nueve, encerrados en la Torre de Londres por su tío, otro Ricardo, Duque de Gloucester, después el rey Ricardo III. Todo ello, como decíamos, muy familiar. 

Los paralelismos son llamativos, pero no desmerecen para nada la obra de Martin. Al contrario, en todo caso, la dotan de mayor profundidad. Además, Canción de Hielo y Fuego tiene una considerable ventaja, en términos de interés, sobre aquel conflicto, del que Shakespeare escribió que envió “tanto de la Rosa Roja como de la Rosa Blanca/ millares de almas a la muerte y a la noche eterna”: y es que no sabemos cómo va a acabar. Porque, a decir del propio Martin, “Si lees una novela sobre la Guerra de las Dos Rosas, y no importa cuán buena o mala sea, sabes quién va a ganar. Con este tipo de cosas puedes sorprender a la gente. Se lee como ficción histórica, se siente como ficción histórica, pero no tienes forma de saber qué va a pasar al final…”

 

Continuará...

 

Cpt. Flint Baker

cpt.flint.baker@gmail.com

 

 

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Comentarios: 6
  • #1

    Almudena López Molina (martes, 08 mayo 2012 10:42)

    ¡Hola! No es por ponerme puñetera, pero a veces me sale la vena historiadora y no lo puedo remediar. Supongo que ya lo sabes, pero me veo en la obligación de recordar aquí que el mito del muro de Adriano no es más que eso, un mito. En realidad, -y tú misma has recordado sus dimensiones- es poco más que una tapia, con una función más simbólica que defensiva. De hecho, cualquier ciudad romana de la época estaba mejor fortificada y los auténticos peligros estaban por el oriente del imperio (los partos). El muro de Adriano funcionaba más bien como una linde, como una bandera clavada en la luna. Pero claro, intenta tú explicarle eso a un inglés, a ver cómo se lo toma XD

  • #2

    El Advenedizo (martes, 08 mayo 2012 18:45)

    Entiendo que has intentado evitar spoilers, pero a lo mejor avisando de cuando vienen, habría sido interesante reseñar algún acontecimiento más que el propio Martin admite como basado en hechos reales de la historia de Inglaterra, no necesariamente relacionados con las Dos Rosas.
    (Y el mapa de Westeros parece descaradamente el de la isla de Bretaña, no sé, aunque Dorne suene a una especie de España/Marruecos chungo y El Dominio sea... Francia... con todo lo que ello implica...)
    Y una duda: ¿No había pictos viviendo al sur del muro de Adriano y todo, o lo he soñado? Si que he escuchado la expresión en boca de ingleses pelín antiescoceses, deseando reconstruirlo...

  • #3

    Ramón Vidal (jueves, 10 mayo 2012 14:31)

    La verdad es que el fenomeno de este libro es una autentica barbaridad yo recuerdo cuando era uno de esos mini fenomenos frikis que se manifestaban en pequeñas cuadrillas de amigos que te daban la bara y se spoileaban unos a otros.

  • #4

    El Advenedizo (jueves, 10 mayo 2012 15:47)

    Por animar el cotarro:

    http://www.lapaginadefinitiva.com/2011/09/12/juego-de-tronos-el-libro/

  • #5

    Cpt. Flint Baker (lunes, 14 mayo 2012 17:53)

    Muchas gracias por el comentario, Almudena. Agradezco tu vena historiadora, siempre es interesante. Pero es sugerente, ¿verdad? ese muro que separa el Norte de todo lo demás.
    Efectivamente, Advenedizo, has mencionado el principal problema cuando se habla, aunque sea en susurros, de esta saga: los spoilers dichosos. Como dice Ramón, antes (¿cuando empecé yo? ¿hace tres, cuatro, cinco años?) era casi imposible spoilearse, porque casi nadie había leído estos libros. Ahora hay que andarse con cuidado ante los fans virulentos, que también los hay. Precisamente, lo que no me gusta de esa entrada de La página definitiva es el tratamiento algo despectivo que se le da al fan (además del término de "novela juvenil". No, señores, no son novelas juveniles. Martin está intentando escribir su propio tratado pseudohistórico de su mundo inventado, detallista a veces hasta la náusea -que sí, que Danza de dragones está muy bien, pero ¿podría ocurrir algo antes de la página 500, por favor? Que vamos a tener que esperar otros cinco años con las mismas dudas y cliffhangers que en 2007...-. Su complejidad, su dureza y su amplitud no son juveniles, al menos en el sentido que utiliza el autor. Otra cosa es que su concepto de "novela juvenil" sea más amplio que el que su tono despectivo parece indicar. Pero, de nuevo, divago). A lo que voy: no se puede menospreciar al fan que te da de comer. A todos nos encanta decir eso de "yo lo leía antes de que fuera famoso", pero a veces es el fan el que hace posible sostener estos mundos de ficción. El entusiasmo no tiene nada de malo, aunque a veces lleguemos a extremos curiosos con el merchandising. Para todo ello os emplazo a Explorando Poniente II, de aquí a un par de semanas.

  • #6

    El Advenedizo (lunes, 14 mayo 2012 18:06)

    Deberías escribir un artículo que se titule 'Perdón por ser un fan'. O hacemos una serie y escribimos uno cada uno...

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